Traemos hoy al blog dos casos de racismo científico y colonialista incompatible con lo políticamente correcto y la ideología de los derechos humanos.
Indagando sobre Cuvier, me encontré con que el Padre de la Paleontología había hecho la autopsia y había preparado el esqueleto, el cerebro y los genitales con labios hipertrofiados a una desgraciada mujer hotentote (y despojamos al término aquí de cualquier carácter peyorativo que sí le daban los colonos afrikaners pues significaba tartamudo, dado que su lenguaje, como el de los bosquimanos, hace unos chasquidos) de 25 años que llevó una vida desgraciada: Sara Baartman nació cerca de El Cabo (y no en Cabo Verde como afirma la escritora cubana Zoé Valdés en su web), lo cual es confirmado precisamente por algo que la hizo famosa: la esteatopigia es un carácter de las mujeres bosquimanas y hotentotes (khoi-khoi), habitantes del desierto del Kalahari y del Namib, donde se ha seleccionado esta característica al ser favorable en poblaciones nómadas donde a veces es difícil encontrar alimento y esa reserva grasa en las nalgas puede movilizar nutrientes en caso de embarazo y crianza de bebé. Como decíamos, nació en el sur de África en el año de la Revolución Francesa (triste paradoja pues Sara desde que fue hecha esclava por unos granjeros sudafricanos y vendida al médico militar inglés Alexander Dunlop nunca volvió a conocer la libertad, igualdad y mucho menos la fraternidad humana). Dunlop la llevó a Inglaterra para exhibirla como atracción de feria, mostrando sus nalgas y genitales exagerados:
Se la caricaturizó:
La wikipedia nos cuenta lo mal que lo pasó en Europa:
Sara se convirtió en un objeto de deseo y fue víctima de continuos abusos. Las crónicas afirman que en sus presentaciones en Londres, era obligada a “desfilar” desnuda en una plataforma de dos pies de altura, así como a obedecer a su guardián cuando éste le ordenaba cómo “actuar en el escenario”. Por un pago extra, se le permitía a los espectadores que tocaran sus exuberantes glúteos, producto de la esteatopigia, que es la excesiva acumulación de grasa en esa área, característica común en algunas tríbus de África.
Hubo protestas en Londres debido a la manera en que Sara era tratada. Estas presentaciones se llevaron a cabo en una época en que se debatía la abolición de la esclavitud, y surgieron protestas en Londres cuestionando su explotación. Y el circo en el que la exhibían recibió presiones de ciertos sectores sociales y estuvo a punto de ser clausurado, ya que Sara Baartman no participaba voluntariamente en el, pero el doctor William Dunlop demostró que ella estaba de acuerdo, ya que presentó un contrato que ella había firmado. Hasta el día de hoy se duda que Sara realmente haya conocido o firmado aquel documento.
Finalmente, una sociedad benéfica solicitó la prohibición del espectáculo y Sara fue llevada ante los tribunales. Luego de que esto provocara el fin de tan repudiable negocio en Inglaterra, fue trasladada a París, donde un domador de fieras la exhibió durante quince meses y así continuó su degradante exhibición. En París atrajo la atención de científicos franceses, en particular la de George Cuvier, quien la describió como una mujer inteligente, de excelente memoria y que hablaba fluidamente el holandés.
Ya en el tiempo que los parisinos perdieron interés en el show de Sara, fue forzada a prostituirse. Ella no pudo resistir el frío clima, la cultura europea, ni el abuso de su cuerpo. Sola, enferma y alcohólica, falleció el 29 de diciembre de 1815 a la corta edad de 25 años. Cinco años después de haber salido de su natal África. A menos de 24 horas de su deceso la comunidad científica parisina se reunió para realizar su autopsia, luego de que Cuvier realizara un vaciado en yeso de su cuerpo. Los resultados de la autopsia fueron publicados también por Cuvier. Su esqueleto, su cerebro y sus genitales estuvieron en exposición en el Museo del Hombre de París. Sus genitales, sobre todo, fueron durante mucho tiempo objeto de gran curiosidad, por poseer la característica llamada sinus pudoris, que es una elongación de los labios menores de la vagina, propia de las mujeres Joi-Joi.
Un caso con un cierto paralelismo es el del bosquimano de Bañolas, el negre de Banyoles, que fue capturado y disecado y enviado a París junto con una carta dirigida a Cuvier en 1830, dos años antes de morir éste. En elpais.com: Westerman, que ha rastreado con una obsesión que le honra toda la documentación existente sobre el Negro de Banyoles, ha localizado una carta dirigida al gran naturalista francés George Cuvier (1769-1832) que prueba que el padre de la anatomía comparada estaba al corriente del caso del Bechuana.
La carta, hallada en el archivo de la correspondencia de Cuvier, en París, se la envió al científico otro naturalista, nada menos que Jules Verreaux, el hombre que, con su hermano Édouard, disecó al pobre africano. En la misiva, enviada desde Suráfrica, el 12 de mayo de 1831, Verreaux informa a Cuvier de la llegada a París de una "gran colección de objetos procedentes de esta zona de África". Y señala: "En la colección ocupa un lugar prominente un bechuana disecado muy bien conservado y que casi me costó la vida, ya que para obtenerlo tuve que exhumarlo de noche en un lugar vigilado por sus parientes" (Lettre de Jules Verreaux à Cuvier/pièce 54, manuscrit 3252, Fonds Cuvier). No consta que hubiera respuesta de Cuvier a lo que parece un claro ofrecimiento para que adquiriera la pieza.
Primera noticia
La carta es corta, pero presenta el enorme interés de que se convierte en el primer texto histórico conocido que menciona al Negro de Banyoles, pues antecede en siete meses a la primera noticia de que se disponía sobre el hombre disecado, un artículo en Le Constitutionnel del 15 de noviembre de 1831 que daba fe de su exposición en París.
No hay comentarios:
Publicar un comentario