Mapa que aparece en el Essai sur la géographie minéralogique des environs de Paris, de Cuvier y Brogniart
Como nos dice el profesor Alsina en El Catoblepas: Como solamente un cambio repentino podía, según Cuvier, haber sido responsable de la extinción de la fauna recientemente desaparecida, preservada en los estratos de agua dulce de Montmartre, debió haber sido causada por un acontecimiento repentino similar. Así pues, el descubrimiento de una alternancia de formas fósiles marinas y de agua dulce parecía constituir una notable evidencia a favor de la idea de que la historia de la Tierra se había visto puntuada por cambios bruscos en la geografía física, siendo cada incursión de los mares adecuada para explicar la extinción de una fauna terrestre.
Cuvier no pensaba que estos cambios repentinos hubieran sido globales en su efecto, sino que solamente habían afectado cada vez a un área continental. Esto le era sugerido en parte por el hecho de que la fauna de Montmartre presentara una mayor afinidad zoológica con las faunas actuales de América y Australia. Esto le suministró una hipótesis para la repoblación de cada nueva masa terrestre emergente, que habría recibido su población de otro continente no afectado por esa revolución en particular.
Todas estas ideas quedaron integradas en el Discurso Preliminar que Cuvier escribió como introducción a sus Investigaciones sobre las osamentas fósiles de cuadrúpedos, publicado en 1812. Más adelante fue editado por separado con el título de Discurso sobre las revoluciones del globo terrestre, que fue reeditado varias veces y traducido a las principales lenguas europeas. De este modo, la teoría geológica de Cuvier, que sería conocida con el equívoco nombre de «catastrofismo», llegaría a ser ampliamente conocida, pero también desvirtuada a causa de algunas de estas traducciones.
Este libro fue traducido, al menos, al ruso, alemán, italiano, sueco, checo, chino, portugués (la última edición es de la editora Cultura, 1945) y al inglés, siendo esta la traducción más desafortunada, pues tergiversaba los puntos de vista de Cuvier, queriendo ligar la geología con las tradiciones bíblicas, como nos cuenta Alsina: Al antiguo dicho de que toda traducción es una «traición» se cumple perfectamente en las traducciones de las obras de Cuvier al inglés. Robert Jameson, el editor, no solamente cambió el título, sino también el contenido. Añadió largas notas que intentaban señalar de que modo la revolución más reciente de Cuvier podía identificarse con el Diluvio de las Escrituras, confirmando así la historicidad de ese acontecimiento a partir de una evidencia científica de la mayor respetabilidad.
La mayor parte de los hombres de ciencia británicos, así como los historiadores de la ciencia angloparlantes, conocieran la teoría de las revoluciones, o «catastrofismo», a través de las ediciones de Jameson; no resulta por tanto sorprendente que se atribuyeran a Cuvier ideas y razonamientos que este nunca respaldo. La obra de Cuvier fue leída en Inglaterra en un contexto cultural e ideológico muy distinto del continente, en el cual la tradición de los fisicoteólogos estaba todavía viva, y el interés de conciliar ciencia y Escrituras tenía un amplio respaldo social.
Cuvier era un miembro destacado de la comunidad protestante francesa, y no hay ningún motivo para dudar de la sinceridad de sus creencias religiosas, pero era también un hijo de la Ilustración, y consideraba que la ciencia y la religión no debían interferir la una con la otra, y por tanto todo intento de respaldar las verdades de la religión con los hallazgos de la ciencia era una empresa fútil y peligrosa.
Pero a pesar de todo ello la obra de Cuvier en Gran Bretaña, en la versión de Jameson, fue recibida con entusiasmo por aquellos que estaban ansiosos para encontrar un respaldo para la autoridad de la religión en la de la ciencia, y de ahí también apoyo para el orden social. Dado que la nueva ciencia de la geología era histórica, al igual que el cristianismo, se encontraba en una posición privilegiada, tanto para respaldar como para desacreditar, las verdades religiosas.
En español no he encontrado ninguna versión (que me contradiga si alguien encuentra alguna). De hecho, el profesor Alsina en la bibliografía de su artículo cita una traducción al catalán, pero no da ninguna referencia a alguna traducción al español.
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